Principales diferencias entre la Pragmática española y japonesa.
¿Por qué los japoneses no dicen su opinión? Y, ¿por qué no debe considerarse como algo negativo? Diferencias Nipo-Hispanas.
El
término pragmática se incorpora en 1938 por Charles Morris y estudia la
comunicación y la interpretación que le damos. La pragmática recoge cómo
empleamos el lenguaje en una situación comunicativa concreta para tener éxito
en la comunicación, la relación entre el hablante, el receptor y el habla. De
este modo, la pragmática analiza por qué el destinatario de un enunciado como [ya
le llamaremos] emitido por una empresa de selección de personal, puede
interpretar tanto que será seleccionado como lo contrario. La disciplina
pragmática es tan amplia que hay investigadores que se centran en la
pragmalingüística, otros en la pragmática sociocultural, en la pragmática
cognitiva. La que nos ocupa aquí es la pragmática sociocultural.
Todo acto de comunicación requiere la cooperación que
guíe a los interlocutores en la conversación. Cualquier acto de comunicación
incluye dos interlocutores, y por tanto, existen unos principios implícitos y
automáticos por el que se espera un determinado comportamiento entre
ambos, como consecuencia de un acuerdo previo[1]. No
nos enseñan a comportarnos directamente, sino que indirectamente, y Japón no es
la excepción. Estas máximas no hay que seguirlas, sino que funcionan
precisamente porque se rompen y no se cumplen. El honne (本音) y el tatemae (建前) son
los términos del idioma japonés que describen el protocolo de comunicación de
la cultura del sol naciente y que trataremos
de explicar. Estos dos conceptos básicos van siempre juntos al ser dos caras de
la misma moneda, y que ayudan a entender las relaciones sociales en las islas niponas.
Honne
(本音) podríamos
traducirlo como «sonido verdadero» (本
es origen, base, verdad y 音
es sonido, ruido) y tatemae (建前)
significa literalmente fachada (建
es el kanji de 建てる,
«construir» y 前
es «antes» o «delante de»). En otras palabras, honne lo podríamos
definir como intenciones verdaderas, lo que realmente piensas, tu verdadera opinión, sin filtros, que solo
se manifiesta en los círculos más cercanos, que no tiene que ser visto como
algo negativo. Japón desarrolló estas conductas por su densidad de población en
un archipiélago, por lo que la cooperación mutua y ausencia de conflictos era
de vital importancia en el día a día. Mientras que tatemae hace
referencia a las obligaciones sociales, es
decir, el pensamiento general de la sociedad y la conducta usada, entre otros
ejemplos, por trabajadores de una empresa. El colectivo y a la armonía social
es más importante que el individuo en la sociedad japonesa, conocida
como 和
(suma). Para mantener esta armonía social, evitan expresarse de manera muy
directa por temor a herir la sensibilidad de su interlocutor y no expresan de
forma habitual su opinión por no crear una discusión si la otra persona piensa
de manera distinta. Digamos que la máxima prioridad, como protocolo
establecido, es no crear conflictos.
Esto rompe por completo la máxima de calidad de
Grice: «Intente que su contribución sea verdadera»,
que a su vez se desglosa en las siguientes submáximas: «No diga lo que crea
que es falso», «No diga aquello sobre lo que no tiene pruebas». Quien transgrede la máxima, no por ello deja de cooperar,
sino que lo hace con el ánimo de que quien lo escucha lo descubra e inicie un
proceso inferencial[2] que le lleve a desvelar la información
implícita o la implicatura. Por ejemplo, si una hija adolescente, ante
un plato de comida que no es de su gusto, informa a la madre de que [cada
día me gusta más el bacalao] la madre percibe que su hija no está
diciendo la verdad -por lo tanto, está transgrediendo la máxima de
calidad-, por lo que deducirá, esto es, inferirá, que lo que su hija ha
querido decirle es justamente lo contrario. El hablante puede violar la máxima
de calidad de varias maneras: Puede decir algo que no representa lo que piensa:
En una tienda de ropa, cuando hemos visto una prenda que no nos agrada
especialmente, Bueno, luego volvemos.
En
contraposición a esto está el honne, que es tu parte interna, son tus
sentimientos y pensamientos reales, que sólo muestras delante de tu círculo más
cercano y de confianza. Estos pueden no estar en concordancia con lo que la
sociedad espera de ti, y por ello es mejor no mostrarlos en público. Según Escandell Vidal (1996), las culturas
orientales recurren a las frases hechas para evitar el conflicto. Se evita
discutir a través de proverbios, ya que no se puede realizar una crítica
directa. Sienten la necesidad de preservar las relaciones armónicas entre los
interlocutores. Cuando hay conflicto no puede manifestarse abiertamente, de
modo que se observa una fortísima tendencia a evitarlo. El recurso a los
proverbios y a las máximas es la estrategia preferida en estos casos, ya que el
emisor, sin manifestar el desacuerdo explícitamente, apela a la autoridad de la
tradición para apuntar una solución diferente.
Lo
cierto es que esto es algo que existe en todos los países, pero en Japón tiene
especial importancia y por eso en su lengua tiene términos específicos para
referirse a ello. Los occidentales no van tampoco diciendo lo que piensan a
desconocidos, o quizás somos algo más prudentes en el trabajo. Sin embargo, consideramos
que «poner buena cara» por quedar bien es considerado hipocresía y socialmente
negativo. Eso nos puede llevar a pensar que los japoneses son unos falsos y
mentirosos, y percibirlos de manera peyorativa. Para los japoneses, una persona que no controle el tatemae,
y sea excesivamente sincero en un contexto inapropiado, no tiene educación
porque hiere al interlocutor y rompe la armonía. En Japón son aquellos que no
saben adecuarse los que están mal vistos por la sociedad (ILWEN DEPP, 2017. japonandmore.com).
Obviamente esto no es algo exclusivamente japonés, en las culturas occidentales uno tampoco va soltando libremente sus opiniones a las primeras de cambio, pero lo cierto es que en Japón es algo muy acusado y rígido. ¿Por qué? Pues en primer lugar porque mantener una actitud de tatemae es una señal de cortesía. La oficina es un espacio de tatemae, por ejemplo (Tomàs Avellana, 2006. japonismo.com).
Pongamos otro ejemplo. Supongamos que asistimos a un
recital musical de nuestra hija. Después de que este termina, ella pregunta por
nuestra opinión y respondemos que “la actuación no fue especialmente
brillante”. Si bien la oración “la actuación fue horrible”
produciría las mismas implicaciones contextuales que la primera,
posiblemente nosotros escogeríamos la primera de ellas. Entonces, para no herir
los sentimientos de nuestra interlocutor, muchos se decantarían por la opción
menos eficiente cognitivamente. Nosotros comunicamos más que nuestro mensaje, y
eso es la pragmática. “Los enunciados se interpretan siempre dentro de un
marco metacomunicativo que clasifica la intención del habla y el papel de los
participantes” (Graciela Reyes, 2021).
Para terminar, aclararemos que, en la sociedad
occidental ocultar la verdad o no dar tu opinión real puede ser tachado de
hipócrita, pues la sinceridad se considera una característica importante en
nuestra cultura para prevenir ciertas situaciones. Pero no por eso nuestras
conductas son las más correctas y válidas, ya que la sociedad japonesa se
encuentra bastante avanzada y posee otro protocolo de conducta social. La línea
divisoria entre tatemae y honne es de suma importancia en Japón. Si
se quiere decir algo que evite conflicto se tratará de manera poco clara y con
pequeñas indirectas. De hecho, en Japón está incluso mejor valorado el silencio
que la espontaneidad. También existe la idea de que alguien que habla mucho
fácilmente puede no estar diciendo la verdad, y al contrario, se considera que
la practicidad a la hora de hablar es sinónimo de honestidad.
Es cierto que hay cierta disciplina en estos
protocolos, y por ello se piensa que puede ser una sociedad algo robotizada;
pero no porque una sociedad tenga ciertas conductas sociales y distintas
tradiciones no significa estar en lo incorrecto, sino que hay que conocer el
contexto cultural e histórico en el que se desarrolló dichos protocolos. Lo
bueno y lo malo de un país es subjetivo de cada uno. El conjunto de
conocimientos compartidos entre interlocutores que permite a cada uno
interpretar el mensaje lo determina el contexto sociocultural.
BIBLIOGRAFÍA
-dle.rae.es
-Escandell Vidal
(1996). Introducción a la pragmática.
-García
Suárez, 2011. Modos de significar.
-Graciela Reyes, 2021.
El abecé de la pragmática.
-https://japonandmore.com/2017/12/11/honne-y-tatemae/
-https://japonismo.com/blog/entre-la-obligacion-social-y-el-deseo-tatemae-y-honne
-Hurford y Heasley, 1983. Semantics: A Coursebook.
-ILWEN DEPP, 2017. japonandmore.com
-Magdalena García
González, et al, 1995. Investigación histórica. Manual para la enseñanza de
la historia de la filosofía.
[2] La noción de inferencia lingüística ha sido definida como "cualquier conclusión que uno puede razonablemente derivar a partir de una oración o enunciado" (Hurford y Heasley 1983, en Zenteno 1999-2000: 228). La inferencia es un proceso cognitivo en el cual se integran conocimiento del mundo […] y la situación particular en que se desarrolla el intercambio comunicativo, es decir, participan tanto conocimiento intralingüístico como extralingüístico” (Carston 1971, en Ellis 1985: 172-173).
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